Hay lugares que no se visitan, se sienten. Y hay momentos que no se recuerdan, se viven con el corazón. En mi caso, El Jardín del Califa en Véjer de la Frontera (Cádiz) no es solo un restaurante. Es un abrazo largo, un susurro entre piedras blancas, un pedacito de alma andaluza que late despacio, con sabiduría y sabor.
Hay lugares en los que el tiempo parece ir a otro ritmo, rincones llenos de magia que invitan a quedarse, sin prisas. Así es entrar en La Casa del Califa, en pleno corazón de Véjer de la Frontera. Desde la primera vez que crucé su puerta, tuve la sensación de estar viajando siglos atrás, al encuentro de ese mundo andalusí que aún respira entre las paredes encaladas y patios secretos del pueblo.

